sábado, 4 de agosto de 2012

No tiene sentido.




Quería decirte que me dolían los ojos.
Que mi estómago era un espejo
lleno de reflejos rotos,
ardores,
dolorosos requiebros
de alguna verdad devorada.

Y su luz era fría,
emanada desde las sombras
del óleo de la noche.
Brea,
la ceniza de las horas
conjugaron el ser que río:
la zoológica carcajada.

Cayó el último pétalo
 y torturamos a todas las pestañas
por el deseo escondido
sobre nuestras gargantas.

Ahora no tiene sentido
clavar imágenes
con los ojos
en el alfiletero de mis entrañas,
porque entiendo un ápice del dolor
más allá del cuerpo.