martes, 5 de junio de 2012

Margariteño I.




La primera vez
que me sumergí
en tu mirada pude ver
el apurado niño
de doce años que fuiste,
manejando la bici
a toda marcha
por Costa Azul.
Mucho antes
que sus orillas
fuesen invadidas
por condominios, hoteles,
y centros comerciales.

Llegando al borde
del muelle
viste
aquél caparazón
de madera
surgido
de las olas,
y pensaste en todas
las criaturas fantásticas
que estremecieron
tu infancia isleña.

Pero al emerger
esa espalda huesuda
que pudo haber sido
de Chuíto
o de Carlos,
ninguna tortuga gigante,
ningún esqueleto
prehistórico,
te preparó
para el peñero volcado
que rompió
como un grito de marea
el nácar de la niñez.

Hoy miras aquél muelle
con la certeza
de que tienes sesenta años
por haber llegado tarde.