lunes, 21 de abril de 2014

Mármol.



Bajo este celeste y sagrado mármol.

Estoy contigo
bajo este mármol celeste
y sagrado.
Pensando apenas
en salir del coma
e irme caminando
con los pies hechos
de espuma y arena.
Con los ojos turbios,
y el alma serena.

La toda tú.
El todo yo,
que conducía
por caminos serpenteantes,
elocuentes,
e interminables,
buscando un eco,
un suspiro,
una cayena
en medio de la noche
disuelta y paranoica,
con paciencia
y metadona.

Lee mis manos y mi boca
Preguntarte desde lejos
si el aquí o el ahora
lo dejamos para luego

porque lo mejor del juego
después de que se termina
es la tristeza del eco
que dejas en mi pupila.

Te vi arder apaciblemente
entre aplausos y sollozos,
entre infomerciales
y ventas de electrodomésticos.
Entre libros de Hesse, y Huidobro.
Entre sirenas
y otros sonidos de la calle
sin tan épico nombre.
Te vi arder como la sombra
de una madre,
y luego perderte
con cualquier hombre.

Se avecina una tormenta
Desde el centro de la tierra
Enroscada cual culebra
Va moviendo las cortezas

Te dirán que es la marea
O también el fin de los días
Pero nunca la tristeza
Que dejaste en mi pupila.

Y el trance, y la vuelta.
Las maldiciones
Y las colillas de las maldiciones.
El vervo errático,
Entreverado,
que admitía haber sido
detenido
al menos 20 veces
en la carretera,
por razones justificadas.
Por desigualdades naturales.
Por insensateces crepusculares.
Por la locura de los más juiciosos.
Por no querer vivir de recuerdos de otros.

Me quema la felicidad.
Incinera mis mitades.
yo quiero volver a la edad
en la que éramos infames

Yo quiero que me espanten
las ganas de estar cuerdo.
Yo quiero que me abraces
sin terminar en tu lecho.

Y me encuentren por la calle
como un profeta mendigo,
exigiendo que se callen
los que no están conmigo


bajo este celeste y sagrado mármol.