La mente dispersa -absuelta en sí misma-,
encuentra un punto, aquel dilema.
Envolviendo al crepúsculo y a su único sueño:
tu Dios es el filo que divide la belleza.
Te veo lejana,
caminando.
El amor que me dejas es tan tácito
que duele en todas sus formas.
Con la duda del ayer
insatisfecha e hinchada de vino,
Dionisio nunca supo
el sabor de una lágrima.
Aunque la mente se dispersa ajetrea,
deja dormir en mi garganta
un nudo, esta quimera
de un día convencional
tomados de manos en la iglesia.