Fue más fácil resucitar
luego de que me clavaras
la lengua en el costado,
a vivir predicando parábolas
de discos, conciertos,
plazas y farolas.
Ahora,
una botella duerme encima de mis sábanas,
como un barco en el desierto.
Y esa soledad sin asidero,
con dunas de tela,
son los restos de una edad perdida.