domingo, 1 de junio de 2014

Inmaculada.



La voz de la Madre Fuensanta era una fricción áspera y asfixiada, como si su garganta moliera vidrios y arena en cada palabra. Había comenzado la torpe jornada de una mujer que a sus noventa años, no recordaba el significado de la impuntualidad. Sólo el sosiego la espantaba con su sospechosa placidez. Aunque le hubiesen repetido mil veces que tenía merecido ese asiento de caoba, ese aire acondicionado y ese bonito escritorio, era imposible para ella recibir sin una sonrisa incómoda, luego de una vida de total entrega.

No eran las nueve de la mañana, cuando la Hermana Pura entró con paso decidió y ceño fruncido al despacho de la Madre Superiora.

- Madre, buenos días. Debe disculpar esta temprana intromisión. He venido a pedirle su bendición y consejo- Dijo la Hermana Pura pausadamente.

-Dios te bendiga, hija mía ¿Qué problema te ha turbado a tan tempranas horas?- La Madre Fuensanta exhaló la bendición repetida. Sintió su garganta endurecerse ante aquél familiar, modelado y entonado: “Dios te bendiga”. ¿Qué hacía ella escuchando las cuitas de la Hermana Pura? ¿Qué acaso una mujer no puede resolver sus propios problemas?

- Madre, ha llegado a mis oídos una dolorosa verdad.- Reveló la Hermana Pura, con un aire profusamente dramatical.

- La verdad sólo duele cuando estamos contaminados de mentira, así como el alcohol a la herida infectada- Dijo la Madre Superiora con sorprendente soltura.

- Se trata de Inmaculada, he sido informada de que no es casta desde antes de adquirir los votos. Todo el convento ha caído en desgracia, Madre. No sólo por el hecho de que nos han mentido, sino por haberle dado el nombre de Inmaculada a una meretriz ¿Puede creerlo? Inmaculada no es inmaculada.- Contestó la Hermana Pura con rabia.

-¿Y la Hermana Inmaculada ha cumplido con todos los votos desde que se ordenó en este convento?- Preguntó la Madre Fuensanta, curiosa.

-Sí, Madre. Pero, ¿Cómo Inmaculada no va a ser inmaculada?- Insistió la Hermana Pura.

- ¿Y cómo la quieres llamar? ¿Inmaculeada?- Concluyó la Madre Fuensanta al momento que recordaba la única vez que llegó tarde. Cuando la placidez aun no era sospechosa.

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